viernes, 7 de marzo de 2014

¿FANATISMO TECNOLÓGICO O FUNDAMENTALISMO INMOVILISTA?



No hace muchos años, quizá poco más de un decenio, los maestros de la escuela de mi pueblo –una localidad poco mayor de mil habitantes ubicada en la provincia de Albacete, en España- se rasgaban las vestiduras ante el avance de la informática entre sus alumn@s. Consideraban que los ordenadores venían a sustituir en cierto modo al pensamiento y modo de hacer de nuestr@s chic@s, que su uso gravitaba esencialmente sobre el campo de lo lúdico –que se entendía como una distracción respecto de los cometidos estudiantiles- aunque, en todo caso, podían utilizarse para realizar las tareas escolares con grave riesgo del proceso de aprendizaje. Tal riesgo radicaba en la creencia de que, en la ejecución de dichas tareas, l@s alumn@s permanecían al margen puesto que el ordenador “lo hacía todo”.

Hoy día esta perspectiva de docentes asustados y en pie de guerra contra las nuevas fortalezas de l@s nativ@s digitales nos puede hacer sonreír. Sin embargo el nivel de tolerancia a las nuevas tecnologías apenas se ha incrementado significativamente  -hablo de la realidad operativa, no del discurso aparente- y la presencia de teléfonos móviles, ipads o tabletas en el ámbito escolar despierta a menudo en los docentes reacciones viscerales difíciles de controlar. Ya no hablamos únicamente de aquella escuela rural de estudiantes menores de doce años, sino también del Instituto e, incluso, de la Universidad. Claro que el listón está más alto, ya no se piden trabajos hechos a mano y se estimula el uso de internet pero, al mismo tiempo, se desconfía en bastante medida de las redes sociales, que se presuponen a menudo como un vehículo exclusivamente orientado al ocio. Al mismo tiempo, son bastantes l@s docentes que se desesperan ante la progresiva invasión de recursos y aplicaciones mientras contemplan fascinados cómo sus estudiantes los manejan con escaso esfuerzo. No resulta menos relevante la dificultad histórica de pedirles consejo y asesoramiento en tales lides.

No son únicamente las herramientas las que han cambiado sino, en alguna medida, el propio espíritu del sistema educativo. Pero ¿tiene sentido abogar por una docencia más moderna cuando las directrices del Estado reculan hacia estructuras institucionales y contenidos docentes del pasado? ¿tiene futuro una propuesta desjerarquizadora cuando una parte notable de la comunidad docente demanda reforzar las relaciones de autoridad por temor a ser víctimas de la violencia adolescente? ¿sirve de algo defender la gamificación como estrategia de aprendizaje cuando el semáforo a los discursos heterodoxos sigue mayoritariamente en rojo?

No soslayamos que existe una brecha abierta y que, frente al inmovilismo en las aulas –matizado con frecuencia por un fuerte corporativismo-, se alza un colectivo discordante que apuesta por otra forma de enseñanza más real y que, en cualquier caso, tenga su origen y fin en la libertad del individuo. Claro que esto no es un fenómeno nuevo, en realidad siempre fue así, al menos -en nuestro país- desde aquellas inspiraciones renovadoras de entes como la Institución Libre de Enseñanza. Esperábamos ingenuamente que Jonás, que cumplió veinticinco años en el año 2000, nos trajese un nuevo bagaje, una realidad distinta.       

1 comentario:

  1. Una reflexión muy interesante. Efectivamente todos pensamos que no es un buen momento para la poesía, en realidad desde hace treinta años espero que llegue ese momento.Todos los que amamos la "educación" añoramos políticas inspiradoras.

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